En esta modesta publicación, intento transmitir imágenes, sentimientos y experiencias vividas en sencillos viajes y excursiones sin mucha pretensión; dejando aparte algunas, más metidas en la alta montaña, todas ellas forman parte de un curriculum modesto y sencillo. Mis medios limitados (como los de la mayoría), no me permitirán casi seguro llegar a visitar la cordillera de los Andes, ni el monte Kenia, y dudo mucho que pueda caminar sobre el Mar de Hielo para subir al Mont Blanc. No me quejo, mi suerte la desearían gentes mucho más desfavorecidas que yo.
La naturaleza me fascina, creo que los sentidos y la percepción de las cosas se purifican absolutamente al ver y sentir lo que a uno le agrada; hoy por hoy, después de haber viajado por los Pirineos cientos de veces, me sigue siendo difícil asimilar las dimensiones de lo que veo allí, las descomunales prominencias de los picos, la exagerada profundidad de los valles, las crestas y aristas imposibles. Me he sentido aventurero en los hielos milenarios de la Maladeta, me he asomado a abismos de casi 1000 metros en la Peña Telera o en Collarada, me he "agarrado" con todo en la arista de los Picos de Vallibierna, Me acuerdo de los paisajes inmensos, del azote del viento helado del invierno, de cornisas de nieve que se desploman con estrépito, de la extraordinaria violencia de los truenos de la tormenta, manadas de sarrios suben por las crestas del Anayet con una velocidad y agilidad portentosa; coloridas salamandras en la subida a Respumoso, los tritones de los ibones de Vallibierna; el esfuerzo en la subida, los músculos en tensión durante la trepada, el refugio solitario para pasar la noche, la comida y cena compartida con el hermano siempre. He visto y tenido todo esto en cantidad de ocasiones; ójala mis menores lo disfruten también en esta o en otra forma, pues, ha merecido la pena, seguro.